> txus amat: Cinema Paradiso

sábado, 22 de marzo de 2008

Cinema Paradiso


















Poco después de aquello, alguien del Instituto me convenció para ayudar a montar unos ciclos de películas. “Cine-fórum” se llamaban aquellas propuestas, con debates al final de las proyecciones.

Pero había un problema: nadie sabía cómo funcionaba el viejo proyector profesional de 35 mm del salón de actos. Llevaba años parado.


Para allá que me fuí (nunca había estado en una cabina de proyección). Aquello era tremendo, parecía una máquina del tiempo… la caldera de una antigua locomotora. De hecho tenía su chimenea para expulsar el humo de la combustión que generan unas varillas de carbono. Alcanzan una furiosa incandescencia por obra de la corriente eléctrica. Con un par de manivelas trataba de mantenerlas a la distancia apropiada.


Sonaba y traqueteaba dando bufidos y chisporroteos.


Aprendí rápido a manipular la montadora, a rascar el celuloide y pegar con acetona las bobinas de película de tres en tres, a enhebrar la película con los bucles apropiados en el laberinto de rodillos, los objetivos y correderas del cinemascope, el volumen de audio, limpiarlo todo, anotar cada descubrimiento hasta dejar por escrito un “manual de uso” para el futuro, si algún futuro podía esperar a aquella anciana humeante.


De esta manera me había convertido de repente en jefe, operador y ayudante de cabina, todo a la vez. Ví películas que me impactaron (no sólo formalmente) y que despertaron mi curiosidad ante un cine muy poco convencional. Recuerdo películas de Werner Herzog como “Aguirre o la cólera de Dios”, “Nosferatu”, “El enigma de Gaspar Hauser” o “Fitzcarraldo”.


¡¡Era un trabajo maravilloso!! Yo era el que “echaba” las pelis, el primero en entrar al salón de actos y el que apagaba las luces cuando se iluminaba la enorme pantalla blanca… Casi podía sentirme responsable de que aquello fuese posible, como si estuviera ayudando a conjurar la magia de cuanto allí ocurría. Me sentía otra vez dando latigazos en el aire en un baile de esqueletos. Todo podía suceder.

Otra vez subido al carro.

Sesión continua

Letra y música: Txus Amat 


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