Y quién no da la vida por un sueño
atrapado en una canción,
cuántas noches de búsqueda,
desvelo y madrugadas
a tientas entre la basura.
Quién no daría unas monedas
por conquistarla, seducirla,
hacerla sentir como si fuera
lo único que nos queda del Edén.
hacerla sentir como si fuera
lo único que nos queda del Edén.
La escuela de trovadores nos advierte
de las equivalencias entre las canciones y el
deseo.
Por eso ésta no habla de mujeres
sino de ella misma
y nuestra extraña relación.
Lo que queda del Edén