Como un hijo bastardo que regresa a un
lugar que reconoce y quiere, anoche me di un par de vueltas en el tiovivo
hollado por el tiempo y rescatado gracias al talento de Pablo Auladell.
La feria de las sombras. Huellas
deshilachadas habitadas por ensimismados personajes que recuerdan sin mirarnos.
Rumores de tiza y carboncillo, paisajes sfumatos
de la memoria, contornos imprecisos, antiguos y lejanos.
Algo muy delicado en las serenas miradas de
quienes apenas caben en sus cuerpos de niños. Con sus manos y cabezas delatando
la exacta desproporción entre lo buscado y lo encontrado. Acaso lo perdido.
Seres en la distancia portando
instrumentos, edificios brumosos y colinas de montebajo. Mañanas sin sol,
cielos pesados, sueños que han perdido su color, carruseles enredados de
silencio y banderines.
De fondo una polifonía de textos creando la
falsa ilusión de lo no urgente. La impresión de que antes de ser escritos no
hubiesen sido caminados multitud de veces a su alrededor, acompañados por sus
autores y por nosotros mismos. Protagonistas que interpretan las memorias de un
amnésico: se recomienda, pues, la escucha de las tres “Gymnopédies” de Erik
Satie durante el paseo por la feria.
Dice Kundera que la nostalgia es como una
paradoja matemática por manifestarse con más fuerza en la primera juventud,
cuando el volumen de la vida pasada es todavía insignificante. Al envejecer ya
no queda tiempo que perder con recuerdos.
La feria abandonada reivindica la
importancia de lo inútil como síntoma de una actitud crítica ante la vida y
opera con la dialéctica de nuestra primera edad.
Pasen y admiren un completo rumor de sombras, un álbum para no olvidar.
Pasen y admiren un completo rumor de sombras, un álbum para no olvidar.
Letra y música: Txus Amat
Ilustración: Pablo Auladell
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