No importa que cruce
o salte a mis adentros sin hallarme
o que, por ejemplo,
si me encuentro y no me reconozco
me pida la hora, inútilmente,
(o un cigarro)
porque hay cosas que se olvidan de repente,
como el ruido de las locomotoras
o el móvil de la desesperanza:
hay cosas que, en ocasiones,
se vuelven transparentes,
que nos abandonan
por asuntos absurdamente coherentes
y nos dicen adiós con la manita.
Por cierto,
si recobras la memoria y es un día normal,
de esos que la vida chafa contra el suelo
o una tarde sin olores,
sólo entonces los fantasmas
vuelven cual lluvia de tierra
para importunarnos con su poquito de melancolía:
para habitarnos a su modo.
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En recuerdo de aquellas tardes de música, para mis compañeros.
Suite "Antigua colección de vientos"